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martes, 19 de enero de 2010

sábado, 9 de enero de 2010
















































































































Los duendes malvados

Había una vez un grupo de duendes malvados en un bosque, que dedicaban gran parte de su tiempo a burlarse de un pobre viejecito que ya casi no podía moverse, ni ver, ni oir, sin respetar ni su persona ni su edad.
La situación llegó a tal extremo, que el Gran Mago decidió darles una lección, y con un conjuro, sucedió que desde ese momento, cada insulto contra el anciano mejoraba eso mismo en él, y lo empeoraba en el duende que insultaba, pero sin que los duendes se dieran cuenta de ello. Así, cuanto más llamaban "viejo tonto" al anciano, más joven y lúcido se volvía éste, al tiempo que el duende envejecía y se hacía más tonto. Y con el paso del tiempo, aquellos malvados duendes fueron convirtiéndose en seres horriblemente feos, tontos y torpes sin siquiera saberlo. Finalmente el mago permitió a los duendes ver su verdadero aspecto, y éstos comprobaron aterrados que se habían convertido en las horribles criaturas que hoy conocemos como trolls.
Y tan ocupados como estaban faltando al respeto del anciano, no fueron capaces de descubrir que eran sus propias acciones las que les estaban convirtiendo en unos monstruos, hasta que ya fue demasiado tarde

CUENTOS DE GNOMOS , DUENDES Y PRINCESAS


EL CASTILLO DE LA MENTIRA: Todos los duendes se dedicaban a construir dos palacios, el de la verdad y el de la mentira. Los ladrillos del palacio de la verdad se creaban cada vez que un niño decía una verdad, y los duendes de la verdad los utilizaban para hacer su castillo. Lo mismo ocurría en el otro palacio, donde los duendes de la mentira construían un palacio con los ladrillos que se creaban con cada nueva mentira. Ambos palacios eran impresionantes, los mejores del mundo, y los duendes competían duramente porque el suyo fuera el mejor.Tanto, que los duendes de la mentira, mucho más tramposos y marrulleros, enviaron un grupo de duendes al mundo para conseguir que los niños dijeran más y más mentiras. Y como lo fueron consiguiendo, empezaron a tener muchos más ladrillos, y su palacio se fue haciendo más grande y espectacular. Pero un día, algo raro ocurrió en el palacio de la mentira: uno de los ladrillos se convirtió en una caja de papel. Poco después, otro ladrillo se convirtió en arena, y al rato otro más se hizo de cristal y se rompió. Y así, poco a poco, cada vez que se iban descubriendo las mentiras que habían creado aquellos ladrillos, éstos se transformaban y desaparecían, de modo que el palacio de la mentira se fue haciendo más y más débil, perdiendo más y más ladrillos, hasta que finalmente se desmoronó.Y todos, incluidos los duendes mentirosos, comprendieron que no se pueden utilizar las mentiras para nada, porque nunca son lo que parecen y no se sabe en qué se convertirán.

LA PRINCESA DE FUEGO:


Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes falsos que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se explicó diciendo:
- Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se ablandará y será más tierno que ningún otro.
El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra en sus manos. Desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la arena, y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro. Entonces comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego, y transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo importante.
Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y como con la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la princesa salían encantados por su carácter y cercanía, y su sola prensencia transmitía tal calor humano y pasión por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de fuego".Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días











EL HADA Y LA SOMBRA:












Hace mucho, mucho tiempo, antes de que los hombres y sus ciudades llenaran la tierra, antes incluso de que muchas cosas tuvieran un nombre, existía un lugar misterioso custodiado por el hada del lago. Justa y generosa, todos sus vasallos siempre estaban dispuestos a servirle. Y cuando unos malvados seres amenazaron el lago y sus bosques, muchos se unieron al hada cuando les pidió que la acompañaran en un peligroso viaje a través de ríos, pantanos y desiertos en busca de la Piedra de Cristal, la única salvación posible para todos.
El hada advirtió de los peligros y dificultades, de lo difícil que sería aguantar todo el viaje, pero ninguno se asustó. Todos prometieron acompañarla hasta donde hiciera falta, y aquel mismo día, el hada y sus 50 más leales vasallos comenzaron el viaje. El camino fue aún más terrible y duro que lo había anunciado el hada. Se enfrentaron a bestias terribles, caminaron día y noche y vagaron perdidos por el desierto sufriendo el hambre y la sed. Ante tantas adversidades muchos se desanimaron y terminaron por abandonar el viaje a medio camino, hasta que sólo quedó uno, llamado Sombra. No era el más valiente, ni el mejor luchador, ni siquiera el más listo o divertido, pero continuó junto al hada hasta el final. Cuando ésta le preguntaba que por qué no abandonaba como los demás, Sombra respondía siempre lo mismo "Os dije que os acompañaría a pesar de las dificultades, y éso es lo que hago. No voy a dar media vuelta sólo porque haya sido verdad que iba a ser duro".
Gracias a su leal Sombra pudo el hada por fin encontrar la Piedra de Cristal, pero el monstruoso Guardián de la piedra no estaba dispuesto a entregársela. Entonces Sombra, en un último gesto de lealtad, se ofreció a cambio de la piedra quedándose al servicio del Guardián por el resto de sus días...
La poderosa magia de la Piedra de Cristal permitió al hada regresar al lago y expulsar a los seres malvados, pero cada noche lloraba la ausencia de su fiel Sombra, pues de aquel firme y generoso compromiso surgió un amor más fuerte que ningún otro. Y en su recuerdo, queriendo mostrar a todos el valor de la lealtad y el compromiso, regaló a cada ser de la tierra su propia sombra durante el día; pero al llegar la noche, todas las sombras acuden el lago, donde consuelan y acompañan a su triste hada

























OS ANANOS GALEGOS:











o
Había una vez un joven llamado Tiago, que vivía junto con su padre Tomé, su madre Ilda y su pequeña hermana Nela en una humilde casa cerca de la zona hoy conocida como Pontevedra.
Cierto día, su padre se lastimó la espalda trabajando. El encargado del puerto, que estimaba mucho a Tomé, lo hizo atender por un hombre versado en la cura de los padecimientos del cuerpo y éste le dijo que podría sanar sólo si permanecía en cama durante seis meses, al menos, sin hacer ningún esfuerzo.
Entonces Tomé mando a llamar a Tiago y le dijo:
—Hijo mío, sé que sólo tenes diez años y que por algo Dios no ha querido darte un cuerpo robusto, pero a partir de ahora deberás ganar el sustento para la familia; ya no serás sólo una valiosa ayuda, en ti recae ahora la responsabilidad de traer la comida cada día a tu madre y a tu hermanita.
Tiago, que permanecía escuchando atentamente con las manos en los bolsillos, sacó la derecha, se frotó su larga nariz con un dedo flaco y asintió:
—Así lo haré, padre.
Rápidamente fue contratado por el encargado del puerto. Pero mientras los demás habían cargado tres veces, Tiago todavía no había podido levantar el primer bulto. No era rápido para enrollar cuerdas y ni siquiera podía arrastrar bolsas. Al terminar su primer día laboral se le había salido la piel de las manos, su cuerpo estaba lleno de moretones y parecía que sus ojos se hubieran hundido dentro de sus cuencas.
Al día siguiente bien temprano, como si fuera un alma que arrastrara su cuerpo, Tiago se presentó puntualmente a su trabajo. En cuanto el encargado del puerto lo vio, lo llamó a gritos y cuando el flacucho muchacho se acercó le dijo:
—Mira, Tiago, yo sé que tu padre es un buen hombre ¡y vaya que tú también eres un buen chico!, pero no quiero cargar con la culpa de tu muerte.
—¿Mi muerte, señor? —preguntó el muchacho totalmente extrañado.
—¡Sí, tu muerte, pues si sigues trabajando aquí, tu alma se te escapará del cuerpo!
—¡No me despida, señor! —rogó Tiago juntando las manos tal como si orara.
—¿Pero qué quieres que haga? ¡Muchacho, ni siquiera puedes arrastrar tu propia alma! Mira, lo mejor es que busques empleo en otra cosa, en algo que vaya más con tus aptitudes físicas.
Tiago se fue del puerto y comenzó a ofrecer su brazo para tareas rurales: levantar la cosecha, sembrar, darles de comer a los animales... pero estaban todos los puestos ocupados y por lo tanto no conseguía trabajo en ningún lado.
Pasaban los días y él no se daba cuenta de que, de tanto buscar en vano, se estaba alejando cada vez más de su casa, internándose más y más hacia el sureste. En una de esas ocasiones, cuando la noche lo sorprendió, tomó la decisión de no regresar al hogar paterno hasta tener un empleo, pues no pensaba volver con las manos vacías.
Y así fue transcurriendo el tiempo. Tiago dormía allí donde encontraba un hueco. Comía setas silvestres. Cada tanto alguna que otra persona lo veía tan flaco que le regalaba una fruta o un pedazo de pan.
Tiago no se daba por vencido y así caminó y caminó hasta que llegó a una zona árida y montañosa, donde escuchó ruidos de golpes provenientes de las bocas de grandes cuevas. Comprendió que los producían algunas personas al picar la piedra. ¡Una mina! ¡Un trabajo!
De inmediato se presentó ante el capataz y éste lo miró de arriba abajo con el ceño fruncido. Tiago pensó, por la actitud que demostraba el hombre, que de nuevo la buena suerte lo esquivaría, pero ante su sopresa éste le dijo finalmente:
—No tendrás gran fuerza, pero servirás para pasar por los huecos pequeños que van apareciendo en el interior de la mina, colocar lámparas, acarrear agua y materiales. Como recién empiezas y no conoces el oficio, te pagaré la mitad de lo que les pago a los demás. ¿Estás de acuerdo?
—Sí, señor —se apuró en decir el muchachito.
Tiago no protestó puesto que había logrado lo que quería: ¡tenía trabajo!
El capataz llamó inmediatamente a un hombre alto y fornido que lo llevó hasta el arcón de las herramientas donde le dio un pico y una lámpara. Sin decir más se internaron por un gran túnel oscuro hacia el interior de la tierra, donde Tiago sintió de repente el extraño olor de la humedad que parecía inundarlo todo. Pronto sus ojos se acostumbraron a la falta de luz y vio que los demás mineros conversaban en susurros y lo miraban de reojo. El muchacho no les brindó la menor importancia.
—Aquí —le indicó el hombre que lo había guiado—. Pegas con el pico así, busca la raja en la piedra, ten cuidado con la lámpara, son caras y si la rompes se te descontará de tu salario. Si tienes algún problema, grita. ¿Has entendido?
Tiago asintió repetidas veces.
El hombre se iba a ir, pero retrocedió y agregó:
—Y otra cosa, si encuentras de repente un agujero redondo, no grites, ven a buscarme de inmediato o ve con el capataz, pero no se lo digas a nadie.
El hombre se fue y a Tiago se le hizo un nudo en la garganta. ¿Agujero redondo en la piedra? ¿Acaso no estaban picando para hacer agujeros en la roca?
Dejó de pensar y comenzó a dar sus primeros golpes. La piel de sus manos se volvió a salir y cada vez que estornudaba sacaba polvo de sus pulmones, pero con el paso de los días sus brazos se hicieron más fuertes y los moretones de su cuerpo fueron desapareciendo.
También, durante ese tiempo, Tiago intentaba escuchar los comentarios de los demás mineros. Notaba que había perturbación y hasta quizás miedo en ellos, que ocultaban algo...
Una noche en que todos habían bebido de más y ya sólo quedaban unos pocos sentados alrededor del fuego, un minero viejo de piel arrugada dijo:
—Díganle al muchacho, tiene derecho a saber...
—¡Estos túneles están malditos! —dijo uno de los hombres como si no se pudiera contener.
—Así es, todos pensamos lo mismo. Cada vez que abrimos un nuevo túnel hacia el este aparecen esos agujeros redondos y se desploma.
—Esos derrumbes ya le han costado la vida a más de diez buenos hombres.
El minero viejo se puso a toser y cambió de posición. Los demás hicieron lo mismo. Tiago vislumbró la figura del capataz que se acercaba.
—Creo que sería bueno que se fueran a dormir —sugirió éste, pero era una orden. Y agregó: —Mañana es día de trabajo.
Tiago se acomodó en su manta, pero a pesar del cansancio no pudo dormir en toda la noche pensando en los agujeros redondos y los derrumbes.
Al otro día todos trabajaron como siempre. Estaba llegando la tarde cuando Tiago arrojó un golpe de pico con tan inusitada fuerza que hizo que toda la pared de roca sólida que tenía delante de él se desmoronara. Entonces, con rápido y casi instintivo movimiento de supervivencia, se cubrió la cabeza y el rostro para protegerlos. En cuanto cesó el ruido, el muchacho miró la roca y el corazón le dio un vuelco. Más que grande fue su estupor cuando vio delante de él un perfecto agujero redondo, como si hubiera sido tallado adrede en la roca.
La primera intención de Tiago fue gritar, pero luego recordó lo que le habían dicho y salió corriendo a toda la velocidad que le permitían sus flacuchas y débiles piernas.
Una vez fuera del túnel se detuvo mirando hacia todos lados en busca del capataz. No lo vio por ninguna parte. Fue entonces corriendo hasta el arcón de las herramientas y allí lo encontró.
—¡El agujero! —dijo Tiago casi sin aliento—. ¡Apareció un agujero redondo!
—¿Lo gritaste? ¿Se lo contaste a alguien?
Y mientras el muchacho meneaba la cabeza en señal de negación dijo:
—Vine directamente corriendo a buscarlo a usted.
En cuanto giraron para dirigirse a la mina, se encontraron con todos los mineros, que los estaban esperando con sus herramientas en las manos. El capataz se detuvo, sacó pecho y les dijo:
—¿Qué les pasa? ¿No van a trabajar?
—¡Otro agujero, señor, otro agujero en el medio de la piedra! —dijo el minero más viejo.
—No queremos morir, señor, cada vez que encontramos uno de esos agujeros el túnel se desploma.
El capataz miró a Tiago y le dijo:
—¿Eres lo bastante pequeño como para pasar por el agujero, muchacho?
—Sí, señor, pero no tengo experiencia y...
—Esta vez no romperemos el agujero, mandaremos a alguien para que pase del otro lado.
El grupo de hombres rodeó a Tiago como si fuera alguna clase de héroe. Le entregaron un pico pequeño y una lámpara llena de aceite.
Mientras avanzaban hacia el túnel Tiago sintió que las piernas le comenzaban a temblar. El capataz apoyó una mano sobre el hombro del muchacho y le dijo:
—Si entras y aseguras el túnel, te pagaré lo mismo que a los demás mineros.
Y aunque esas palabras le dieron aliento, no hay dinero que pague el precio del miedo. A una distancia respetable el grupo se detuvo y el muchacho continuó el camino solo. Ahora el agujero era mucho más atemorizante que antes y una extraña ventisca fría penetraba por él.
—¿Hay alguien ahí?
Una corriente de aire fresco le acarició el rostro poniéndole los pelos de punta.
—Bueno, con permiso, voy a entrar... —dijo Tiago de manera respetuosa. Metió la lámpara, el brazo y luego la cabeza y cuando miró hacia adentro se encontró con una extraña criatura de pequeña estatura y larga barba blanca.
Los dos se quedaron en completo silencio, mirándose el uno al otro.
—¿Sí? —dijo la extraña criatura.
—Yo... yo... ¿Qué eres? ¿Eres un duende?
—Así es, humano intruso. ¿Qué haces en mi casa?
—¿Casa? —siguió preguntando Tiago completamente asombrado.
—Pero pasa, hombre, de una buena vez, me estás haciendo sentir incómodo a mí —dijo el pequeño anano galego (porque, ¡por supuesto!, de esa clase de duende se trataba), y sin esperar respuesta de Tiago lo tomó de una mano y lo depositó en el suelo como una pluma.
—¡Por favor, no me haga daño, señor! —aulló el muchacho que ya había soltado el pico y la lámpara.
—¿Daño? ¡Nosotros... daño a ustedes? ¡No! ¡No! ¡Son ustedes los que rompen nuestra aldea! ¡Ustedes! ¿Por qué no se van a romper las piedras a otro lado? ¿Por qué vienen a romper nuestras casas?
—Pero los derrumbes, los mineros que...
—Si continúan picando, derrumbaremos el túnel.
—¡Pero si derrumban los túneles mis compañeros morirán!
—¡Si siguen excavando, todo mi pueblo morirá!
—Pero si no cavamos, no cobraré mi salario, y si no gano dinero, mi familia morirá de hambre.
—¿Así es que todo este asunto del golpeteo es por dinero? —dijo el anano mientras se enroscaba la barba blanca con un dedo.
—Es nuestro trabajo...
—¡Y nosotros respetamos mucho el trabajo! ¿O piensas que porque vivimos aquí dentro no trabajamos, eh? Sin embargo, no puedo permitir que sigan destruyendo nuestra ciudad, y por lo tanto, tendré que ponerle un drástico punto final a este atropello, pero tú me has caído simpático. Me gustó eso de que pidieras permiso a pesar de que no me habías visto... Ven.
Tiago miró para un lado y para el otro pero no veía hacia dónde quería el anano que lo siguiera.
—¡Vamos! ¡Ven! ¡Sígueme! Te mostraré algo que ningún humano ha visto jamás...
El duende le dio la espalda, empujó unas piedras como si fuera barro y pronto apareció un pequeño túnel. Penetró en él y comenzó a andar con pasitos cortos y rápidos. Tiago se apuró en seguirlo, avanzando sobre sus manos y rodillas puesto que la altura del túnel estaba hecha a la medida del anano.
El anano lo llevó por unos pequeños pasadizos en los que Tiago casi no cabía, pero cada vez que se quedaba atorado, el duende se daba vuelta, acariciaba la piedra de las paredes y el túnel se ensanchaba. Además, y a pesar de no llevar ningún tipo de lámpara, había cierta luminiscencia en el anano que iluminaba los túneles. Por último llegaron al final del recorrido, que terminaba en una pesada puerta de piedra tallada con extraños símbolos.
—Bienvenido a mi hogar —le manifestó el anano.
El duende abrió la puerta y Tiago no podía terminar de ver todo lo que se ofrecía ante sus ojos: un mundo subterráneo poblado de duendes grandes, jóvenes, pequeños, viejos, chicos, hombres y mujeres que trabajaban, jugaban, reían, cocinaban, lavaban, viajaban... ¡Era increíble!
—Guarda esta imagen en tu corazón, porque nunca más la verán ojos humanos.
Tiago temblaba de emoción y de asombro y no tenía palabras para decir lo que sentía ni para agradecerle al duende.
—Éste es mi regalo para ti.
—¿Qué quiere decir, señor?
—Me has hecho entender que los hombres no se detendrán. Tú debes salvar a tu familia y yo debo salvar a la mía. Sobre mí recae toda la responsabilidad del pueblo. Ahora que esta mina está vacía, la voy a derrumbar. Debo salvar a mi pueblo.
—Pero...
—Adiós, mi querido Tiago, y gracias por tu visita...
El anano inspiró profundamente como si absorbiera dentro de él todo el aire que había en la cueva, y los cachetes se le volvieron colorados como si fueran de metal calentados en una fragua; de pronto, abrió los labios y dejó escapar un soplo que se transformó rápidamente en un terrible viento que se arremolinó alrededor de Tiago y comenzó a arrastrarlo por los aires, haciéndolo atravesar todos los pasadizos que había recorrido con el duende, hasta que llegó al agujero redondo y todavía siguió volando en ese remolino de viento que iba derrumbando los túneles y las vigas a medida que pasaba. Al fin salió disparado fuera de la entrada de la mina y cayó sobre el suelo. Detrás de él llegó el estrépito de los túneles derrumbándose y una gruesa capa de polvo que cubrió todo.
Los hombres se alejaron corriendo del lugar, dejando sus herramientas y pertenencias. Al rato el insólito viento comenzó a amainar pero la tierra todavía temblaba. Tiago se sentía aplastado contra el suelo, estaba algo golpeado pero se encontraba bien; sin embargo, al ver el terror de los demás mineros, que huían despavoridos, se puso de pie inmediatamente y corrió hacia su casa.
Después de tres días de andar llegó por fin, exhausto, a su hogar. Su madre y su hermana lo miraban desde lejos sin reconocerlo, porque en esas jornadas de minero Tiago se había convertido en todo un hombre, estaba mucho más alto y corpulento, le había crecido el cabello y una barba rala comenzaba a asomar en su mentón.
Nela fue la primera que lo reconoció y, al hacerlo, exclamó eufórica:
—¡Es Tiago, es Tiago, madre! —y corrió a abrazar a su hermano.
La alegría iluminó el rostro de todos. Pronto lo hicieron pasar a la casa, pero al llegar ante la cama de su padre convaleciente, éste le gritó:
—¡Me has defraudado, Tiago! ¡Te dije que la responsabilidad de la familia caería sobre ti y nos abandonaste! ¿Tan mal padre he sido que en el momento de más necesidad te largas abandonando a tu familia a la buena de Dios?
Tiago, que desbordaba de felicidad porque había vuelto a su hogar y estaba ansioso por contarle a su querida familia sus aventuras y el encuentro con el duende, al recibir los reproches de su padre, se encogió de hombros y metió las manos en los bolsillos, como hacía siempre que lo retaban.
Sin embargo, ahora los bolsillos estaban llenos de piedritas que le pinchaban las manos. Las apretó con furia para descargar su bronca deshaciéndolas, pero eran muy duras; entonces, tomó un puñado en cada mano, las sacó del bolsillo y se puso a observarlas con detenimiento.
¡No lo podía creer! Sus bolsillos estaban rebosantes de piedras preciosas. De pronto Tiago se dio cuenta de que su padre aún lo seguía retando. Para "taparle la boca", vació los dos puñados sobre la cama, y el padre, al comprender lo que veían sus ojos, se quedó mudo.
De inmediado, la alegría embargó a toda la familia. Había tantas pero tantas piedras preciosas en la casa, que ninguno tendría que trabajar nunca más por el sustento, y todos podrían ser dueños de la querida tierra en la que vivirían felices hasta el fin de sus días.
fIN


















"Los cuentos sirven para dormir a los niños...
y despertar a los mayores".

viernes, 8 de enero de 2010

HADA DE LUZ


Brighid, la Reina Brillante viene a la luz alejándose de la oscuridad, caminando desde Tir Tairngiri, la Tierra de la Promesa, a susurrar antiguos y mágicos cuentos en nuestros oídos.
En su mano trae el Cetro Blanco, alguna vez otorgado a ella por los Antiguos Reyes de Irlanda y los Ancestrales Lords de las Islas Escocesas. La vara mágica y blanca representa la pureza, su absoluta rectitud, la justicia. Está hecha de madera de abedul o sauce, y posee el poder de atraer la luz de la primavera hacia la oscuridad invernal.
Ser tocado por la vara de Brigidh, es recibir el don de las decisiones firmes y los propósitos auténticos en tu camino o jornada espiritual. Ella permanece en el espacio entre la ignorancia y el conocimiento, iniciando a los que lo deseen en los misterios de la Magia de Hadas, y acompañando a los peregrinos del mundo espiritual a través de los caminos de la sabiduría.


































EL HILO DE LA ESTRELLA


EL HILO DE LA ESTRELLA.

En el país de las hadas, existe una leyenda que dice que de cada estrella cuelga un hilo plateado y brillante, fino y suave. Cada hada -dice también la leyenda- tiene su propia estrella y debe encontrar el hilo que la une a ella para no perder su destino en la vida. Parece ser que ese fino cordón de plata une a la persona con el propósito para el cual ha nacido y que, de no encontrarlo, su vida se tornará vacía e inútil. En ese país, mágico por dónde se lo mire, la fantasía se mezcla con la realidad y la leyenda con los hechos. Dicen también que es cosa de todos los días ver a las hadas remontando una estrella cual si fuese una cometa y exhibiendo orgullosas el hilo de plata. Para ellas ese pequeño acto cotidiano significa que han encontrado su propósito en la vida, el por qué y para qué de su existencia. En otras ocasiones, puede verse a un hada quien, llorando, mira hacia el cielo sin encontrar ni su estrella, ni el hilo que la une a su destino. Parece ser que, cuanto más grande son las hadas en edad, más fuerte se va haciendo el hilo de plata. Como si por cada año que pasase, fuese más y más importante cumplir con el destino para el que se ha nacido. Luz era un hada distinta. Jamás se había preocupado por buscar su estrella y por ende, el hilo que la unía a ella. Vagaba por la vida sin realmente saber para qué había sido creada, es más no le importaba tampoco. Prefería pensar que las hadas no tenían una misión especial y única cada una. De esa manera, la vida resultaba más cómoda pues no había metas para alcanzar, ni por las cuales luchar. Luz no perseguía ningún hilo, pero sabido es que no se puede escapar del destino. Cierto día, mientras Luz descansaba bajo la sombra de un árbol, su cordón plateado y titilante se presentó ante ella. Flotaba sin estar atado a nada. Como jamás había sido tomado por las manos de Luz, el viento impiadoso había jugado con él de tal modo, que lo había convertido en un gran nudo, aún plateado y brillante, pero nudo al fin. El cordón, ahora convertido en nudo. se acercó a la sorprendida hada y le dijo: – Jamás me has buscado. Te he seguido desde que naciste, tratando de indicarte el camino y nunca me has prestado atención. Mira lo que haz hecho de mi. Luz quedó perpleja. – Tómame, te doy una nueva oportunidad – Dijo el hilo meciéndose de un lado hacia el otro- Si no te aferras a mí, jamás encontrarás tu estrella y tu destino será incierto. Desátame y no sólo yo me sentiré mejor, sino que tu, habrás encontrado tu camino. Luz no se movió, ni articuló palabra. Escuchó a su cordón, pero la indiferencia pudo más. Decepcionado, el hilo se elevó hasta perderse en el cielo. Luz no sabía que ése, había sido sólo el primero de muchos encuentros. Cansado ya de la indiferencia del hada, el hilo plateado consultó a su estrella sobre la actitud a tomar. – Síguela – Dijo la estrella- De ti depende que no extravíe el camino. Ella ha sido creada con muchos dones y una misión que cumplir, como todos. Tenle paciencia, no todos están dispuestos a averiguar qué es lo que tienen que hacer en este mundo. Obediente el hilo volvió a bajar a la tierra. Sin ánimo alguno de disimular su presencia, se convirtió en la sombra del hada. A pesar de ello, Luz estaba decidida a no comprometerse con nada y menos aún a averiguar para qué estaba aquí en la tierra, por lo que hacía caso omiso de la compañía. A cada paso que el hada daba, podía escucharse: - Desátame, desátame, sólo tu puedes hacerlo. El nudo plateado se interponía de una u otra manera en el camino del hada. Estaba dispuesto a ser escuchado esta vez y por sobre todas las cosas, desatado. Luz tropezaba a cada momento con el cordón o se chocaba la cabeza contra el mismo. En la tierra y en el cielo, de día o de noche, con lluvia o sol, el nudo se había convertido en un verdadero estorbo. Cansada ya de la persecución, el hada se escondió en una cueva, creyendo que así se libraría de su persistente hilo. En medio de la oscuridad, apareció el nudo, brillante como siempre, desafiante como nunca. - Esta visto que has ganado – Dijo el hada con tono resignado. Lentamente, como abriendo un paquete cuyo contenido se desconoce y se teme, fue desatando el nudo. Para su sorpresa, no bien el hilo se encontró libre brilló aún con más intensidad y Luz pudo ver su destino desplegado como un mapa dentro de su corazón. Vio con mayor claridad sus dones y cómo podía aprovecharlos. Por primera vez supo qué hacer de su vida. ¿Cuál era el destino que Luz tenía marcado y ahora veía con claridad? ¿Importa tal vez? Como primera decisión, tomó el hilo -ahora relajado- en sus manos con mucha fuerza. El cordón feliz se disparó hacia la estrella de Luz y allí quedaron los tres unidos por primera vez y para siempre. Luz supo que ya era hora de hacerse cargo de su vida y hacer algo con ella. Dicen que ahora, hay un hada más remontando una estrella cual si fuese un cometa. Dicen también que la remonta feliz y orgullosa pues pudo darse cuenta que nadie, ni siquiera un hada, puede escapar al destino.
Fin

UN HADA CAPRICHOSA

UN HADA CAPRICHOSA.


Maia !!! ven aquí- se escucho un grito en medio del silencio de la tarde.El revoloteo de unas presurosas alitas, seguido de una risa contagiosa terminaron de adornar la escena.Es que en la casa de las hadas del bosque, hay una ocupación para cada una, Belén se encarga de darle color a las flores, Griselda del canto de las aves, Paola de las mariposas y Maia de las gotas de lluvia.
Cada mañana, las hadas revisan que todo este bien, saben que si algo falla, todo lo demás resulta perjudicado.Pero Maia es un poco rebelde y caprichosa, piensa que si las gotas de lluvia faltan un día, no le molestara a nadie, pero también cree que si llueve un poco de mas, ya que algunas veces se le olvida controlar la cantidad de agua que cae, no hará mal a la naturaleza.Antes de trabajar, Maia prefiere salir a volar y explorar el bosque, es por ese motivo que sus compañeras tienen que estar controlándola.
Pero un día, Maia aprendió una gran lección que espero no se le olvide nunca mas.Iba en hada volando entre unas flores de jazmín, sin preocuparse por nada, como siempre se había olvidado de dejar caer algunas gotas de lluvia sobre el bosque; Como estaba cansada de volar, ya que lo había hecho toda la mañana, se recostó dentro de una flor y se quedo profundamente dormida.Mientras tanto, en el bosque flores, plantas y animales, empezaron a notar la falta de agua; Todas las hadas buscaban a Maia, ya que si la lluvia no venia pronto, toda la vida a su alrededor se perdería.-Creo que ya dormí mucho- dijo el hada caprichosa, -regresare al bosque a comer algo.Pero al ir acercándose a su casa, vio con espanto que todo lo que antes tenía color y vida ahora estaba apagado y seco.Fue en busca de sus amigas, pero las encontró desmayadas, por mas intentos que hizo para despertarlas, no lo logro.Maia se sentía triste, sabia que todo lo que estaba pasando era culpa de ella, por ser caprichosa y rebelde.Se sentó sobre un tronco y comenzó a llorar, sola y desdichada, sus lagrimitas caían al piso en forma de lluvia; Así quedo un rato la triste hadita, cuando se dio cuenta de algo maravilloso…Todo a sus pies renacía.-Por supuesto- dijo –como no lo pensé antes, y dando un salto se puso de pie y grito, -AGUA DE VIDA, LLUVIA MARAVILLOSA, HAS QUE EN EL BOSQUE BRILLEN TODAS LAS COSAS.En ese momento, como por arte de magia, gotitas de lluvia comenzaron a caer, haciendo renacer a todo aquello que tocaba.
Al sentir nuevamente la vida en el bosque, una a una las hadas comenzaron a despertar.Desde ese día Maia dejo de ser caprichosa y rebelde, y aunque aun disfruta volar por el bosque, ahora lo hace cuando termina de cumplir sus tareas.
FIN.



Feliz año 2010


Te deseo tanta salud como gotas tiene la lluvia, tanto amor como rayos de luz tiene el sol y tanta suerte como arena tiene el mar. Feliz 2010
- Que la lluvia de la felicidad te pille con el paraguas roto, te empape y salpique a todos los que están alrededor. ¡Feliz 2010!
- Que nunca os falte un sueño por el que luchar, un proyecto que realizar, algo que aprender, un lugar donde ir y alguien a quien querer. ¡Feliz 2010!
- Este año sólo felicitaré a la gente que realmete me importa. Aquellos que cuando buscas en la agenda del móvil y lees su nombre se escapa una sonrisa. Feliz Año Nuevo

centauros

Personajes mitologicos y fantasticos.



miércoles, 6 de enero de 2010

CUENTOS

La prueba del hada madrina
Hace muchos años un muchacho se enamoró de una bella joven, pero al pedirla en matrimonio, ésta le dijo que su hada madrina le había puesto una condición : se casaría con quien fuera capaz de hacer un agujero en el agua. -jEso es imposible! -dijo el joven. -Mi hada madrina me ha asegurado que quien de verdad me ame, lo logrará. El enamorado pensó y pensó y anduvo por muchos lugares en busca de una solución. Hasta que llegó a las tierras frías del norte y al ver un lago que estaba helado comprendió que ahí se podía hacer un agujero en el agua. Gracias a eso se casó con su amada y fueron muy felices.




EN LOS CUENTOS DE HADAS ( TAMARA)



Y si te vas
Déjame el alma para respirar
Deja tu peso sobre mi al marchar
Que entro en el cielo que caiga el venenoMojándome sin piedad
Si te vas déjame que te sigaComo un perro que aguarda en la esquina
Si te vas ojala que no sepa besar nunca mas
Y si te vas...Y si te vasReserva un sueño para regresar
A donde todo sigue siendo igualDonde navega un velero en el cieloPintando...se que vendrás
Si te vas hazte trampas y mira Hacia atrás yo estaré de puntillas
Por si vas a volar donde el alma te quiera llevar
Que te lleve a mi piel
Donde viven los besosQue olvidaste una vez
Por rincones secretosQue te lleve a mi amorYo abriré la ventanaPorque sigo creyendo en los cuentos de hadas
Y si te vasSerá este invierno una eternidad
El lado infierno de mi oscuridadY sopla el viento gritando en el tiempoTu nombreMil años masSi te vas pisa fuerte y olvidaQue detrás has dejado tu vidaY si vas a volar donde el alma te quiera llevarQue te lleve a mi pielDonde viven los besosQue olvidaste una vezPor rincones secretosQue te lleve a mi amorYo abriré la ventanaPorque sigo creyendo en los cuentos de hadasY si te vasDéjame el alma para respirarDeja tu peso sobre mi al marchar
Y si te vas...
EL HADA PRIMAVERA-

Hace miles de años luz en cierta galaxia no muy lejana existia un planeta árido sin vegetacion. En este planeta vivian miles de personas en una gran esfera que les protegia de los intensos rayos solares y les fabricaba oxigeno En este planeta habia una pequeña niña a la que le gustaba mucho leer cuentos de hadas y se deleitaba una y otra vez en la biblioteca astral observando tantas bellas ilustraciones. ¡Que hermoso debió haber sido tantos colores, tanta vida! Cierto día pudo llegar a donde nadie podía ir a la bodega astral y no podia creer lo que sus ojos veían, un libro único. Qué podría contener se preguntó. Tanta fue su curiosidad que corrió al instante a tomarlo y al abrir su primer página encontró una pequeña flor marchita y aun así le pareció hermosa, la acercó a su rostro y pudo percibir el amor. ¡ Qué hermosa, y que rico huele! ¿Qué clase de flor podria ser aquella?- Es una rosa, le contesto una viejecita que se encontraba en esos momentos pasaba por ahí. La niña derramó una lágrima y dijo como me gustaria poder verla viva. - Te gustaria eso, preguntó la viejecita al momento en que se convertía en una hermosa hada. Sí, lo deseo con todo mi corazon, exclamó la niña.Bien entonces desde hoy en adelante tu serás la encargada de velar por la naturaleza, los árboles y las flores. Desde hoy tú seras La Primavera.



LOS CUENTOS DE HADAS SON HISTORIAS REALES-


por Hortensia Galvis
“Un beso de amor transforma a un horrible sapo en hermosísimo príncipe”. “Después de permanecer dormida muchos siglos, una bella joven despierta al besarla su príncipe azul”. “Una sirvienta andrajosa y sucia, llamada Cenicienta, se convierte en princesa”. Todos estos temas, de cuentos infantiles, relatan una misma alegoría: la fusión del cuerpo físico con su contraparte: el espíritu.
“Ser felices para siempre” es el final natural de cada historia. Y así debería ser en todos los casos, sin embargo…. ¡en la vida real esa promesa no se cumple! El sistema de creencias condiciona al individuo a buscar en el plano físico, “si encuentras la pareja ideal, serás feliz para siempre”. ¡Y lo que la vida le proporciona es muy distinto! Es posible que aparezca esa relación soñada, pero vendrá como una oportunidad de aprendizaje, tal vez erizada de conflictos y dificultades.
Los cuentos infantiles hablan es de lo trascendente. En sentido figurado narran el encuentro entre la materia y el espíritu (o yo superior). El sapo, la cenicienta, o la bella durmiente representan al cuerpo físico, que es ignorante y busca la sabiduría. Mientras que “el príncipe azul” simboliza al espíritu, siempre a la espera de que se complete el desarrollo evolutivo de ese ser, vestido de materia, para tomarlo como su consorte.
Dicen los cuentos para niños que la única condición para que se efectúe la trasformación es “recibir un beso de amor”. Pero el amor no existe cuando el humano vive contrariado, tratando de cumplir metas ajenas, que el sistema vigente se ha encargado de enquistarle en la conciencia. ¿Cómo puede haber amor dentro de un ser que vive embolatado, distraído y muy frustrado? Tampoco surge el amor desde las emociones y los apegos, que son, más bien, la vía más rápida hacia el sufrimiento.
La búsqueda de la felicidad es el señuelo que te pone la vida, para que aceptes fluir con cada experiencia. Funciona como algo parecido a la zanahoria que le colocan al caballo, para que continúe su marcha. Tu camino del despertar es largo y el trabajo es arduo, porque el espíritu no desciende, sino que eres tú, el humano, quien debe elevarse hacia su encuentro.
Cuando te comprometes contigo mismo a: aceptar, valorar y respetar al otro por lo que es, sin pretender cambiarlo, ni juzgarlo, ni criticarlo…. Cuando vives cada experiencia, por dura que esta sea, con la convicción de que está ahí para dejarte enseñanzas muy valiosas…¡ trabajas en la dirección correcta! Por ese camino lograrás una forma de equilibrio, un estado de ser, una elevada frecuencia, a la que denominamos “amor incondicional”.
En el momento en que vibres en “amor incondicional” rasgarás las dimensiones y tu cuerpo mismo llamará al espíritu. Con el toque mágico del “príncipe” despertarán los códigos de luz de tu ADN, que han estado dormidos mucho tiempo. Su amor se unirá al tuyo, y juntos se fundirán en una misma conciencia. A este matrimonio alquímico le llamamos iluminación, o “la resurrección de la carne”.
Cuando hayas pasado por esta iniciación suprema, asumirás tu verdadera identidad. Recordarás que perteneces a un linaje de realeza cósmica, que eres un hijo de Dios con el poder para crear su propio destino. Entonces escucharás internamente una voz muy suave, que te arrulla: “Porque estabas totalmente vacío, has hallado plenitud en la totalidad. Ahora, en conciencia plena y comprensión sin límites, tienes tus instrumentos muy bien calibrados, para servir al universo. Has dado todos los pasos para conquistar la lejanía, ahora tú y yo, unidos, seremos felices para siempre.